jueves, 19 de julio de 2018

Desde habladurías sin sentido
Viendo lo que no nos tocó por suerte.
Confiando y desconfiando siempre, fuimos ciegos ante el apuñalamiento, aunque quizá nunca lo sentimos.
Fueron ilusiones de una noche, o desilusiones de la temporada, y por los que estuvieron en ella, por algún motivo aunque se encuentren ausentes, no importa, pero allí están, o al menos estuvieron.
Por lo momentos y las risas que hoy quizá quedaron desparramadas en los recuerdos, pero que quizá hoy están presentes en el comedor, donde las bromas permanecen inmortales.
Por la experiencia, la curiosidad y la locura. Por aquel amor tan complicado y comprometedor.
Por la soledad, que entristece y logra ser tan pedante, pero que más de una vez, fue símbolo de compañerismo y amistad.

G.N.I
20 de Julio de 2018

martes, 10 de julio de 2018

Duda

Siempre estancado en la duda, en la maldita duda. Siempre viendo lo blanco o lo negro en las matices. Que si es el o aquél. Por mamá o por papá. Por si tengo que seguir adelante y superar o mirar hacia atrás y atesorar los recuerdos. Pensar en el futuro genérico o en el que sobresaltas. Por si llorar o enfadarse. Por si soltar o sufrir. Por si dejarte ser.. Por creer o perder Por si pedir ayuda o callar
Por si callar o seguir escribiendo Por si morir o vivir
Por dudar

Muñeco

Aquel chico, que había crecido en un barrio normal, con su normal padre y normal madre. Creció y vivió sin enterarse de nada, como muchos otros. Una tarde del año 2007, antes de ir al colegio, vio como sus padres discutían, no entendió muy bien que pasaba, no entendió el porqué su madre estaba tan exaltada en ese momento. Prefirió entonces quedarse en su pieza y esperar a que calmen, mientras tanto el jugaría con sus juguetes. En esa media hora, con su extensa imaginación infantil, inventó una especie de historia entre dos de sus muñecos favoritos. Por un lado, un pequeño vaquero de pantalones blancos, con manchas marrones que casi tocaban el piso y por el otro, un muñeco bastante horrible, roto y peludo, al que él anteriormente le había sustituido su cabeza original por la de un caballo. ¿Por qué un niño guardaría semejante bicho horrendo entre sus juguetes? Quizá simplemente le parecía simpático y un tanto bizarro. Cada jefe tiene sus súbditos. Por el lado del vaquero (como es de esperarse), estarían los buenos juguetes, los puros, los humildes, pero por el lado del monstruoso caballo estarían los malos, los egoístas, los inmorales.
-¡Esto es una guerra entre el bien y el mal! -decía el niño- Los más fuertes van a enfrentarse en una última pelea.
El niño junto a los dos contrincantes para una última batalla. Él le robaba a su hermana una de las casitas para muñecas, cosa que le hubiera dado vergüenza admitir, pero se necesitaba una buena ambientación para una buena pelea. Colocó al vaquero al lado de una de las puertas del segundo piso de la casita y al caballo muy cerca de él, pegado a una diminuta mesita de luz. En este momento, el niño les volvió a dar vida una vez más a sus muñecos.
-Menudo lugar has elegido para enfrentarte a mi, vaquero. -dijo el caballo mientras largaba una risa burlesca- las paredes rosadas, los brillos por todas partes.
-Me gusta este color -dijo el vaquero también sonriendo
-Sos una nena, ¿Empezamos de una vez?
-Una vez más -dijo el vaquero que seguía sonriendo

"La batalla final" la ganó obviamente el vaquero, los buenos salieron victoriosos una vez más. Luego de esta increíble aventura, el chico escuchó un silencio total en la casa y dedució que la discusión había terminando. Guardó sus juguetes en una caja, agarró sus útiles, su mochila y se fue al colegio.
Los días pasan, las peleas entre estos dos rivales continúan, siempre el vaquero se alsaba victorioso. Un día, el niño llegó a su casa muy angustiado, unos compañeros se habían burlado de el por tener el pelo largo, le habían dicho que parecía un maricón. Llegó a su casa, cruzó el pasillo y oyó a sus padres discutir. No le dio mucha importancia, pero en cuanto entró a su pieza se largó a llorar. Sacó los juguetes de la caja, se sentó en el suelo y los ordenó a modo de enfrentamiento, una vez más, este les dio vida a sus muñecos.
El caballo, que estaba mirando directamente al vaquero, se lo veía más firme que nunca.
-Hoy no es tu día, vaquero. Hoy seremos nosotros los ganadores.
-Te veo muy seguro hoy -dijo el vaquero que tenía la misma sonrisa de siempre-
-Reíte ahora, pero hoy no tenes oportunidad.

Y no la tuvo. Parecía increíble, pero los malos habían ganado por primera vez.
Como siempre hacía, el niño guardo los juguetes y salió del cuarto.
Esta vez no pasaron días, sino años. Las peleas seguían latentes, pero fueron decayendo a medida que pasó el tiempo. Un día, la caja no se volvió a abrir. Los juguetes yacían inmóviles, petrificados en esas cuatro paredes de cartón miraron hacía la nada durante años. La mayoría de los días eran lentos, salvo aquellos en el que, tanto el vaquero como el caballo, perdían el orgullo y comenzaban a charlar. Pronto se dieron cuenta de que tenían algo en común, una conexión con aquel joven. Si bien habían compartido los mejores y peores momentos de su infancia, ahora les resultaba un completo desconocido. Pero eso no quitaba el hecho de que ambos, se habían sentido fuertemente unidos por un lazo que iba más allá de las travesías que habían atravesado los tres.
-Me acuerdo de aquel viaje, otro de tantos arruinados. Los padres de Mateo y sus discusiones, se lo veía destrozado -dijo el vaquero-
-Les da mucha importancia, se hace demasiado drama, tiene que entender que no es su problema.
-El otro día escuché algo, los gritos se sienten hasta en esta puta caja, dijeron algo sobre divorciarse ¿Y eso que significa?
-Significa que se van a separar, tarado.
-Que estupidez, no entiendo.
-¿Qué es lo que no entendes? ¿No escuchas los gritos todos los santos días?
-Justamente, no entiendo este clima horrible, no entiendo el porqué está en el medio este pobre chico. ¿Cuánto tendrá ahora? ¿Once? ¿Doce años como mucho? Y tiene que estar cargando ya un peso que no es suyo.
-Se va a tener que acostumbrar, no hay de otra.

Y así fue, lo cargó y le pesaba, pero si, de tuvo que acostumbrar. Durante un largo tiempo, el cuarto se sintió vacío para estos muñecos. Es como sí en poquísimo tiempo aquella felicidad, aquella alegría, aquella pisca de aventura y emoción hubieran desaparecido. Mateo ya no imaginaba, ya no tenía una intención de crear. Sólo se escuchaban aquellos sonidos de el tecleando, a veces insultando con rabia mientras se oían más sonidos que saldrían de su computadora.
-Hoy aprendí una palabra nueva, una puteada nueva -decía el caballo- Este chico habrá perdido su imaginación con nosotros, pero es un maestro a la hora de putearte.
Un día, los muñecos sintieron la puerta, los típicos pasos, pero esta vez los oyeron más cerca que nunca. Los juguetes sintieron por primera vez lo que era la verdadera adrenalina. Escucharon como el chico removía algunas cajas, como les sacaba el polvo y como se abría (muy lentamente) la tapa de la caja donde ellos se encontraban. Vieron la luz, salieron de su caverna para poder ver el sol, el sol recubierto de cristal que apenas iluminaba un cuarto de la habitación. Y ahí estaban, los dos favoritos cruzaron miradas con el chico, irreconocible, con el pelo más largo en su cabeza y su cara de la que poco ya se acordaban. Los levantó, uno en cada mano, se sentó en su cama y se los quedo observando durante unos instantes. Los colocó en una de sus estanterías, a modo de trofeo, inmortalizandolos. Los observo unos momentos más, sonrió y luego se retiró de la habitación.