lunes, 10 de abril de 2017

El monstruo

Cuando era un chico, déjame decirte, siempre supe usar muy bien mi imaginación.

Sabía darle vida a mis juguetes, y siempre me sentaba en el asiento del lado de la ventana y trataba de imaginar que algún ser corría a la par del colectivo para alcanzarme en la próxima parada. Que linda es la imaginación de un nene.
Pero déjame decirte que el miedo fue mi peor trauma, aquellas historias, aquellas películas de terror, aquel escalofrío que me recorría la espalda a la hora de acostarme, causando que transpirara de los nervios de que alguien me llamara o respirara en mi oreja, el horror a lo desconocido. No me dejó dormir bien por mucho tiempo. Las cosas cambian, no sé si se trata de madurar, se trata simplemente de un poco de sentido común. Esos espectros, esos demonios que pensás que te observan, ese amigo imaginario que invocas juntando tus manos, pensando que de alguna forma van a solucionar los problemas de tu vida nunca estuvieron ahí en realidad, y nunca van a estar, por qué el verdadero monstruo no está adentro del placard, por qué tus respuestas no están en un libro, y el paraíso no está sobre las nubes. Nunca exististe, en la oscuridad del patio solo hay ramas moviéndose con el viento y grillos, cantando. Solamente hace falta prender la luz.